Hoy quería presentar a otro personaje de Operación Caronte: James McLean, escocés de treinta y tantos, veterano de los SAS y no sabe si Lola podría ser su media naranja.
«Amanece un cielo precario y gris en Canisbay, Escocia. Aún no ha empezado a llover, pero lo hará. En cuanto las nubes oscuras que se ven en el horizonte invadan tierra firme empujadas por el viento marino, caerá agua en torrentes.
James llevaba un rato despierto en la cama, cuando salió el sol, pero no tenía prisa, y hacía mucho frío como para sacar el pie de entre las sábanas calientes.
La noche anterior le había llamado la Sra. Roy. Otra vez se le había roto la caldera del agua caliente. Ya le había dicho que era demasiado vieja, que tenía que cambiarla antes de que entrara el invierno, pero la mujer se empeñaba en arreglar algo que no tenía arreglo. Esta vez, James había decido no arreglarla más. La Sra. Roy tendría que comprar una nueva.
Se desperezó y se estiró sin desarroparse y por fin, decidió saltar de la cama. No podía quedarse todo el día allí. Después de ir a casa de la Sra. Roy tenía pensado ir a visitar a Lola, tal vez necesitara algo de la tienda y se lo podría llevar.
Se armó de valor, se quitó el pijama de franela y se vistió con urgencia.
Ya en la cocina, puso agua a calentar en el fuego para prepararse un té. Lo primero es lo primero. Podría utilizar el microondas, pero el té bueno del desayuno debía hacerse a fuego vivo. También puso un poco de leche a calentar. James siempre desayunaba porridge, desde que era pequeño y su madre se lo preparaba a él y a su hermana Beth. Era lo mejor del día: un buen tazón de porridge con trozos de plátano y un poco de miel.
Siempre se preguntó por qué algo tan simple como unas gachas de avena, podía reconfortarle tanto.»
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By María Arenas

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