Os quiero presentar a Lola Suárez, la protagonista de Operación Caronte. Es una mujer excepcional, pero con algunos problemas. Lo mejor es que la conozcáis. Ahí va:
«Hoy ha amanecido nublado en Miami. La luz apenas entra a través de las cortinas que cubren los ventanales del dormitorio. Lola ha pasado toda la noche dando vueltas en la cama, así que las sábanas han acabado echas un revoltijo tirado en el suelo, a los pies de la enorme cama king size. Ni el baño nocturno en la piscina ni los caballitos de tequila consiguieron apaciguar sus pesadillas.
«Hay que joderse», se dijo cuando se miró en el espejo y observó su melena rizada enredada alrededor de su cuello y las profundas ojeras que colgaban de sus oscuros ojos. Se lavó la cara y se hizo una coleta como pudo, sin apenas peinarse. El cepillo no conseguía entrar en sus rizos.
Se puso un vestido ligero de algodón y una rebeca de punto color crudo. Necesitaba desayunar para poder pensar con claridad, así que bajó las escaleras a zancadas y llegó hasta el porche trasero que da a la piscina, donde lo toma cada día.
Como siempre, María había preparado ya la mesa con su mantel blanquísimo y su desayuno de hotel: café con mucha leche, bollitos, zumo de naranja y media manzana golden.
—Buenos días, María, ¿qué tal durmió? —le preguntó por cortesía a su ama de llaves.
—Buenos días, señora. ¿Y usted? Hoy tiene mejor cara que ayer.
Lola encogió los hombros. «Hay que joderse», pensó, mientras extendía la servilleta en su regazo.
—Llamó por teléfono la capitán Morales muy temprano —dijo María fingiendo que no tenía importancia.
—¡Vaya! ¿Qué querrá? —susurró Lola para sí misma.
—Dijo que la llamara lo antes posible, que era urgente.
—Acércame el inalámbrico. Lo sabremos enseguida.»
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María Arenas 
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