Al término de la tercera vuelta de la corrección de Operación Caronte, me ha dado pánico escénico.
Igual, todo lo que he escrito son tonterías, merecedoras de la risa más estruendosa, que es lo peor que me podría pasar. Tengo asumido que la novela será mala o, como mucho, mediocre. Puedo aceptar los palos y las críticas, pero creo que no estoy preparada para aguantar una risa.
Ahora, podría cerrar el chiringuito y marcharme a casa. Le daría la razón a los que pensaron que no podría. Sería muy cómodo. Sería lo mejor.
Es curioso. Lola Suárez lo hace. Se va a casa, abandona, lo deja todo y se marcha. Pero la persiguen para asesinarla y no puede volver la cara a otro lado. Tiene que enfrentarse a sus enemigos, agarrar el toro por los cuernos y terminar el asunto, de una vez por todas.
Tal vez, a mí también me persigue algo. No un asesino, pero tal vez algo tan angustioso como la muerte y tan grande como un peligro: la necesidad de huir de la rutina que me devora los sentidos.
Espero que merezca la pena.
By María Arenas

CÓMPRALO AQUÍ EN PAPEL O AQUÍ EN E-BOOK