No hago más que escuchar por ahí que escribir no tiene glamour, que no hay nada de encanto en el hecho mismo de escribir, que es un trabajo duro, constante, de dejarse los cuernos en la pantalla del ordenador o dondequiera que lo hagas; pero quiero rebelarme.
Yo sí escribo con glamour, lo siento.
Se trata de encontrar la predisposición del hechizo, del encanto, de ponerse los zapatos de escritora ardiente e incansable y lo hago. Y funciona.
A veces, consigo fetiches fáciles. Puede ser una copa de vino, un café en mi taza favorita, mi gorra de escribir, mi camisón de raso, pero siempre con mucho glamour.
Los inicios son duros (para algunos) y recuerdo a Stephen King, cuando no le quedaba otra que escribir sentado en el retrete de su caravana, mientras sus hijos dormían, El pobre era era profesor, pero no le daba ni para alquilar una casa. Seguro que encontró su trozo de glamour, aunque fuera por dentro.
P.D.: El Diccionario de la RAE acepta «glamur», pero dicha palabra no tiene nada de glamour. Al españolizarla ha perdido todo su encanto. Me niego a usarla.
By María Arenas.

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