Syd Field, en El libro del guión, indica que hay dos tipos de historias: las que se centran en un protagonista y las que se centran en la trama. En el primer tipo de historias, lo que se narra son las cosas que le pasan al protagonista, cómo reacciona, cómo inciden en él los acontecimientos. En el segundo tipo, el protagonista (si hay un único protagonista) es un mero espectador. Lo importante son los hechos.
Operación Caronte, desde el principio, fue una novela de protagonista.
Los personajes fueron lo primero. Los pensé y repensé, viví con ellos día y noche, por lo que lo sé todo de ellos. Sé dónde nacieron, quiénes fueron sus padres, dónde estudiaron, sus hábitos alimenticios o si duermen arropados o desnudos.
Luego, tuve que idear la trama, la historia. Los metí a todos en una batidora frenética y voilà.
Pero, ¡oh, no! Había uno que debía morir. Era necesario que muriera. Su muerte era necesaria para la historia, era el motor, el detonante de la acción y el empujón de la protagonista.
Cuando tracé la historia, no lo pensé mucho, no quise. ¡Bah! Es un thriller. Alguien tiene que morir.
Pero cuando llegó el momento de escribir la escena de su muerte y describir el cadáver, dolió. Los que siguieron vivos lloraron su muerte y les desgarró por dentro y los cambió para siempre. Ya no son los mismos que ideé al principio. Ellos están más vivos y yo sé que están vivos.
También me desgarró matarle.
D.E.P.
By María Arenas