El ser humano, desde siempre, ha tenido la necesidad de poner etiquetas al mundo, para conocerlo, para despiezarlo y poder entenderlo. Y también pasa con las historias. Tenemos que etiquetarlas con el fin de conocer de qué van o lo que hay dentro. Es como tener un montón de frascos opacos con todo tipo de contenido. Sin una etiqueta que identifique el interior, podrías acabar untando en la tostada pimientos de piquillo en lugar de mermelada de melocotón.

Hay múltiples criterios para clasificar las historias, pero nunca un único criterio va a ser suficiente para conocer lo que esconde. Hay que utilizar una ristra de etiquetas.
Primero, se etiquetan por el formato. Puede ser una película, una novela, una obra de teatro, una ópera, una serie de televisión. Según el final, las historias son comedias, si acaban bien o tragedias, si acaban mal. Según el género hay una lista casi infinita de etiquetas: romántica, épica, bélica, realista, fantástica, negra, de suspense, de misterio, policíaca… y siempre puede surgir una etiqueta nueva para un nuevo tipo de historia, como el ciberpunk. O, incluso, se pueden etiquetar por la estética (gótica, futurista…) o por lo cerca o lejos que esté de la realidad (fantástica, futurista…).
Últimamente, las etiquetas se están mezclando y las historias no encajan en un único género y a veces, ni siquiera en un único formato, pero animosamente, los productores, directores, editores y escritores hacemos lo que podemos y colocamos al menos tres o cuatro etiquetas a las obras, con el fin de que encaje en el mayor número de devoradores posible.

Lo que parece claro es que cada devorador se siente atraído por un tipo de historia en concreto y repite y repite y repite. Si le gustan las historias de acción, habrá visto todas las pelis de Jason Statham. Si le gustan las novelas románticas victorianas ha leído todas las de las hermanas Brontë. Así, querido devorador de historias, sin pretenderlo y según tus gustos, te has puesto una etiqueta en la frente (o varias).

Personalmente, para elegir historias, las clasifico según lo cerca o lejos que estén de la vida real, sin más etiquetas. No me importa si es romántica o bélica. De esta forma, las etiquetas de mi frente son infinitas. Las que menos me gustas son las historias muy reales, historias reales de gente corriente, pero con que tengan un elemento extraordinario (aunque sea real) ya me gustan. Soy facilona.
Y a ti, ¿qué historias te gustan? ¿Hay un tipo o varios? ¿Qué tienen en común?
Y si te gustan los thriller de espías, con toques románticos, bélicos, conspiraoicos, échale un vistazo a mi novela Operación Caronte.

By María Arenas