Le habré pisado el rabo ocho millones de veces, pero es que siempre me ronda los pies. Si tiene frío me busca, si tiene hambre también, si quiere dormir, me maulla para que me vaya a la cama. Cuando abro la puerta de mi casa, ahí está, presto a recibirme. Bueno, a veces, no, a veces, se queda sobando donde esté, porque sabe que soy yo, supongo.
Es Salem. El nombre se lo puso mi hermano, porque es igualito al gato de Sabrina.
Pero no era tan dócil. No señor. Era un gato salvaje, de la calle y así siguió por años, amedrentando a las visitas.
Ahora ya está mayor para esas aventuras. Es más de sofá y manta.
Siempre que escribo y giro la cabeza, ahí está, a mi lado.
Lleva 15 años aguantándome y todavía no se ha cansado de mí, sigue persiguiéndome por la casa, vaya donde vaya, así que le seguiré pisando el rabo, de vez en cuando.
By María Arenas.

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