Al revisar Operación Caronte con ojos de lector, compruebo que casi fue una escritura automática, intuitiva. Pero, ¡claro! ¿Qué se puede escribir bueno cuando ya todo el mundo se ha ido a dormir y tienes mucho sueño y estás cansada?
El cerebro en esos momentos se aparta de la cordura. Te empeñas en seguir el plan trazado y en buscar la palabra exacta, pero el tonto se retuerce y se gira en cabriolas extrañas. Y al final, 80.000 palabras de locura inconexa.
Ahora toca, rehacer lo hecho, intentando poner un poco más de atención y de vida, pero el sueño se vuelve a colar por los resquicios de los ojos cuando se cierran.
Ritmo de corrección: 1 hora = 1 página. 300 páginas = 300 horas.
Mierda, mierda, mierda.
A pesar de todo, ya voy por el capítulo 15 de 23. Estoy hecha puré. Ya no sé si acostarme tarde o levantarme pronto o las dos cosas para avanzar más.
He observado que los capítulos de acción son más lentos de corregir y con el diccionario en la mano. Las escenas valle están mejor, las paso por encima sin esfuerzos. Sin embargo, es una novela de acción. ¡Qué gracia!
Lo toco ya, lo siento ya. Cercano, como la primavera, como el polen del aire y ya no me da miedo. La patata coge forma entre mis dedos y se queda como yo quiero (casi siempre). Aunque a veces se escurre resbaladiza.
Hermanos, el Fin está cerca. Paciencia.
By María Arenas

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