Todas las historias que nos gustan tratan sobre emociones. Miedo, rabia, alegría o tristeza son los temas que subyacen en todas las historias. El cine, la literatura, la televisión y en los últimos tiempos, las redes sociales se nutren de las emociones básicas y primarias que siente todo ser humano (y cualquier alienígena mutante que se precie).
Somos muy cotillas y nos gusta saber si es normal sentir miedo ante determinadas situaciones o si sentimos rabia con las mismas cosas que el resto de nuestros semejantes. ¿Es normal estar alegre cuando se muere alguien?
Saber que sentimos lo mismo que Tony Stark (Iron Man) o Scarlata O’Hara nos hace sentir bien.
Y una vez que nos identificamos con el personaje, queremos saber cómo se enfrenta a las emociones.
La tristeza empuja a Bruce Wayne a convertirse en Batman. La alegría es lo que enamora a Johnny y Baby en Dirty Dancing. Hulk tiene que controlar su rabia. Y un tiburón inyecta miedo en toda una saga de películas.
Las historias de ficción nos dan pistas sobre distintas formas de reaccionar ante idénticas emociones y posturas que podemos adoptar para gestionarlas. Si el protagonista siente lo mismo que nosotros, querremos que supere todas las dificultades, que todo le salga bien, que supere las emociones negativas o, al menos, le sirvan para algo bueno.
Cuando el héroe gana, quedamos satisfechos. Nos da esperanza para nosotros mismos. Nos enseña la luz al final del túnel.
Necesitamos historias que acaben bien para sobrevivir al día a día.
By María Arenas

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