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Paparruchas, que al final no me lee ni el Tato, así que hoy voy a compartir una poesía, que escribí hace como 20 años y se la dedico a Tato.
Un día soñé que soñando
escribía
liras y versos dorados.
Una tarde de invierno,
con el sol medio nublado,
recordé aquellas liras,
liras y versos dorados.
Los versos de mi corazón salieron,
corazón viejo y ajado,
viejo de cien mil latidos,
y mil de ellos encantados
por mil versos soñadores
que del corazón marcharon
para encontrarse una tarde,
tarde de invierno nublado,
con aquel sueño de oro,
sueño mil veces soñado.
Un día soñé que soñando
yo podía ser un verso,
verso de aquellos soñados
y que yo formaba parte
de aquel gran sueño dorado
y también soñé aquel día
que era tarde y sol nublado
y me di cuenta enseguida,
que también podía soñando
ser barro y a la vez oro
o ser nada y de pronto todo.
Un día soñé que soñando
moría,
pero que mis versos seguían
en el corazón estando
y flotando en el aire lejano
de una tarde de invierno,
invierno profundo y nublado.
Ahora vas y lo cascas, Tato.
By María Arenas
