Muchas veces hacemos cosas sin saber por qué. Vamos a trabajar cada día, hacemos deporte, limpiamos la casa o tejemos cojines de crochet, pero no nos planteamos por qué.

A veces, hacemos cosas porque nos gustan o nos relajan, otras porque son una obligación, otras porque todo el mundo lo hace… pero es cierto que pocas personas se plantean el por qué hacen esas cosas, simplemente se hacen y punto.

Al intentar analizar por qué escribo, en primer lugar llegué a conclusiones superficiales: porque me gusta, porque lo necesito… Pero al rascar un poco, me di cuenta de que escribía por rabia.

Mi profesor de filosofía del instituto nos dijo que la mente humana es como una olla exprés y debe tener una salida de seguridad por la que salga el vapor. Si la válvula se obstruye, la olla revienta.

Digamos que mi olla se llena de vapor constantemente. Me caliento muy rápido, vamos. Soy de sentimientos intensos y de reacciones reprimidas, así que andar a mi lado, puede ser todo un peligro.

Tenía dos opciones: convertirme en Hulk o escribir.

La rabia es una explosión hacia fuera. Es el impulso de sacar toda la mierda que llevas dentro, lo que te molesta, lo que te parece injusto, lo que te hace daño…

Por reprimir la rabia, tengo dolores de espalda, chepa, el cuello de Fernando Alonso, el intestino permeable y soplos «pasajeros» (dice el cardiólogo).

A punto de reventar, escuché una vocecilla. «¡Es Golum!», pensé. «Esssscribe, mi tesoro…», decía… O algo así.

¿Y tú? ¿Por qué haces lo que haces?

By María Arenas

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